lunes, 1 de julio de 2013

Un día de coco

Alguna vez probé comida tailandesa y me agradó pero hace unos días, mientras caminaba por el C.C Galerías Prados del Este me agarró la hora del almuerzo y decidí entrar a Thai Lounge & Sushi Bar ubicado en PB.

Me llamó la atención la sutil decoración asiática y como siempre he sido partidaria de los locales que tienen mitad cerrado y mitad al aire libre porque le da opciones de una experiencia diferente a los comensales me aventuré. En esta oportunidad me senté adentro y aunque el chico que me atendía a veces se olvidaba de mi existencia porque se le fue llenando el local, tampoco fue que me dejaron desamparada.
 
Se me ocurrió que es más común para el venezolano, consumir comida japonesa, por lo que dicha propuesta del restaurante podía esperar, era hora de enfocarnos en lo tailandés. Luego de tardarme considerablemente decidiéndome al ver el menú porque todo lucía apetitoso y como suelo decir: "el hambre apremia", escogí de entrada la sopa de coco.
 
Debo admitir que pedí la sopa más por curiosidad que otra cosa porque jamás la había probado y deles aseguro que si son de sopas con mezclas audaces, esta no tenía pérdida. La mezcla de sabores era sencillamente exquisita, el sabor del coco, primero salado y luego dulzón lograba una increíble armonía con los jojoticos, los hongos, las hierbitas y sobre todo los langostinos.

Todo iba bien hasta que me tocó escoger el primero plato y ahí me asaltó la verdadera duda, luego de revisar la propuesta de pescados que me mostraban (todas sonaban suculentas, en especial el salmón), me incliné hacia el robalo crispy.
Esta delicia del mar, traía vegetales variados con una salsa de yogurt y leche de coco (sí, más coco) y honestamente lo que me enloqueció más de este platillo fueron los granos enteros de pimienta negra que en cada bocado me perfumaban los sabores de los demás ingredientes y le agregaba un toque especial de picante muy suave que me fascinó. Si no le gusta la pimienta, sin duda, no pida este plato porque sería una pesadilla para usted tener que sacársela, por mi parte fui realmente feliz.
 
La porción de pescado era "para machos" porque estaba bien nutridita y venía acompañado de un bol de arroz blanco que aunque no fue de mi total agrado porque estaba más seco de lo que podía considerarse un arroz asiático, aprecié el detalle de que le colocaran un pedacito de jengibre dentro que lo hacía particularmente especial.
 
Admito que no llegué al postre porque me comí los dos platos completitos y no dejé el espacio de rigor para el mismo. Mis platillos los acompañé con el té verde frío que preparan en el lugar, que aunque tampoco me pareció muy asiático en sabor, el limón y la mezcla con que lo preparan, refresca muchísimo para el clima en el que vivimos. Malo no podía parecerme si me tomé dos.
 
¿Regresaría? Sin duda que lo haría, quisiera probar otros platos y dejar mi espacio para el postre porque me hubiese permitido la gula el día que fui por primera vez si me hubiesen enamorado con un helado de té verde (mi favorito) pero esa era una petición malcriada por mi eterna obsesión con ese dulce. De igual modo, queda pendiente repetir una buena comida al mejor estilo Thai.

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