viernes, 2 de agosto de 2013

En la variedad gastronómica no siempre está el gusto

Un día de semana tuve que asistir a un cumpleaños en el restaurante Spizzico, ubicado en La Castellana, lo visitaba por primera vez y si les soy honesta, jamás lo había visto siquiera cuando pasaba cerca.

La edificación es bastante llamativa por lo que culpo a mi gran despiste, llegué muy tarde incluso con un poco de temor a que la cocina estuviese cerrada. Mi problema de impuntualidad me dejó sumida en la soledad al momento de comer porque ya todos los asistentes habían cenado.
 
Apurada, pedí lo que se me antojaba dentro de los límites de la decencia en pro de mi sana alimentación y de la rapidez de la comida, por lo que me fui por el paillard de lomito con ensalada. En el menú había literalmente de todo.
Debo admitir que estaba muy rico porque además moría de inanición, lo único es que por el fino corte de la carne y el aire acondicionado tan alto, se enfrió un poco pero cumplió el cometido para el cual lo ordené.
 
Todo iba bien hasta que pedí opinión a los demás comensales sobre sus platillos esa noche y escuché cosas tan escalofriantes como: "mi carpaccio de pulpo sabía a que estuvo congelado por mucho tiempo", "mi pizza decía queso de cabra y solo trajo una especie de queso blanco". Así que me sentí con suerte esa noche.
 
Pese a que comí bien, siento un poco de temor en regresar y arriesgarme a pasarla mal de verdad, por lo que le haré caso a las señales y aprenderé de experiencia ajena. Se los dejo a modo de reflexión a quienes deseen tomar ese riesgo.
 
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